Análisis
Cuando la diplomacia y la cultura se encuentran
2024-05-29    Fuente: China Hoy    Autor: FENGMIAN ZHONGGUO

6 de mayo de 2024. El presidente chino, Xi Jinping, se reúne con su homólogo francés, Emmanuel Macron, en el Palacio del Elíseo en París.

6 de mayo de 2024. Peng Liyuan, esposa del presidente Xi Jinping, visita el Museo de Orsay en París junto con Brigitte Macron, esposa del presidente francés, Emmanuel Macron.

24 de marzo de 2019. El presidente francés, Emmanuel Macron, le regala al presidente chino, Xi Jinping, una edición original en francés de Introducción a las Analectas de Confucio, publicada en Francia en 1688.

12 de abril de 2024. Una parte del área de exposición de libros chinos en el Festival del Libro de París, celebrado en el Grand Palais Éphémère, en la capital francesa. Fotos de Xinhua

Tras casi cinco años, el presidente chino, Xi Jinping, volvió a viajar a Francia, en la que fue su tercera visita de Estado a dicho país. Desde una charla por la noche en Niza hasta el momento en que ambos saborearon té en el Jardín Yuyuan en Shanghai y el encuentro en el Hotel Jardín de los Pinos en Guangzhou, Xi ha sostenido en diversas ocasiones profundas conversaciones con su homólogo francés, Emmanuel Macron.

El 6 de mayo pasado, el presidente Xi se reunió con Macron en el Palacio del Elíseo en París. Antes de las conversaciones, Xi le regaló a su homólogo francés las traducciones al mandarín de algunas novelas francesas, tales como Rojo y negro, Noventa y tres, Los tres mosqueteros, entre otras.

“Estos son los libros que quisiera regalarle. Son novelas francesas traducidas en China, o sea, novelas francesas en chino”, dijo con una sonrisa el presidente Xi, luego de acercarse a una hilera de libros.

La fragancia de la tinta se extendió. Los libros cruzaron montañas y mares, llegaron a París en un avión especial y entraron luego en el Palacio del Elíseo como regalo nacional.

Macron miró atentamente la lista de libros. Leyó algunos nombres que le eran familiares: Víctor Hugo, Gustave Flaubert, Stendhal, Romain Rolland, entre otros.

El presidente Xi acariciaba un libro tras otro. “Noventa y tres, Madame Bovary, Rojo y negro, Papá Goriot, Los tres mosqueteros, Jean-Christophe”, dijo al nombrar cada uno de ellos. La lista de obras había sido propuesta por él mismo en vísperas de su visita.

En China, la tradición de obsequios exige reciprocidad. Hace cinco años, en la ciudad francesa de Niza, el presidente Macron preparó un regalo especial para su amigo chino que había llegado desde muy lejos: una edición francesa de Introducción a las Analectas de Confucio publicada en 1688. En esta última visita de Estado, el presidente Xi recordó aquel momento. Al regalarle aquel libro, Macron le mencionó a Xi que “los pensamientos de Confucio influyeron profundamente en Voltaire y otros, y sirvieron de inspiración para la Ilustración en Francia”.

Los libros son depositarios de la civilización. Por ende, se debe pensar en la nación y el país desde la civilización, y comprender el espíritu, el carácter, las creencias y la mentalidad de un país o de una nación mediante las palabras que contienen las alegrías y tristezas de la vida humana.

El presidente Macron recordó que el presidente Xi había mencionado varias veces a Víctor Hugo. Por eso, en esta ocasión trajo consigo Las contemplaciones del escritor francés. “Es la edición publicada en 1856, es considerado un libro antiguo”. El presidente Xi dijo con una sonrisa: “He leído casi todos sus libros”.

La “conmoción” que el presidente chino sintió al leer las obras de Víctor Hugo durante su juventud permanece fresca en su memoria. “Cuando leí el momento en que el obispo Charles-Bienvenu de Miollis inspiró a Jean Valjean en Los miserables, quedé realmente conmovido. Las grandes obras poseen un poder explosivo y conmovedor, ya que transmiten la verdad”, afirmó.

Entre los libros intercambiados había otro de gran relevancia: un diccionario considerado por ambos como la clave para aprender un idioma.

El presidente Xi hizo obsequio de la edición de 1963 del Diccionario conciso francés-chino, a la vez que el presidente Macron le hizo entrega de un Diccionario chino-francés publicado en 1742.

El papel amarillento y las marcas de tinta develan el valor que tienen los libros, no obstante el paso de los años. Cuando la diplomacia se encuentra con el perfume de los libros, no solo genera respeto y comprensión, sino también el poder de aprendizaje mutuo para “buscar más sabiduría y absorber más nutrientes de las culturas de cada uno”.

Macron explicó que la compilación del Diccionario chino-francés tomó 38 años, y que contó con la participación de un chino proveniente de la provincia de Fujian.

Xi hojeó cuidadosamente el diccionario. “Es muy precioso. Contiene muchos libros antiguos chinos”, señaló.

Así, gracias a la pluma en que se untó la tinta de la historia, se está escribiendo una nueva historia.

Xi y la cultura francesa

Cada vez que el presidente chino, Xi Jinping, pronuncia un discurso en conmemoración del Año Nuevo desde su despacho, los amantes de la lectura, tanto en China como en otros países, observan con atención los libros que guarda en sus estanterías.

De esta forma, han descubierto que el presidente Xi posee muchos clásicos franceses, como El espíritu de las leyes, Los miserables, Rojo y negro y La comedia humana. “He tenido un gran interés en la cultura francesa desde mi juventud. La historia, la filosofía, la literatura y el arte de Francia me atraen profundamente”, recordó una vez Xi.

Xi es un hombre culto y la lectura ha moldeado su visión del mundo. Desde que asumió el liderazgo del país, los intercambios culturales se han convertido en una importante “tarjeta de presentación” en pos del intercambio con el exterior, promoviendo el entendimiento entre China y otros países.

Este año, en el que China y Francia celebran 60 años de relaciones diplomáticas, Xi realizó su tercera visita de Estado a dicho país. Cada uno de sus encuentros y movimientos fueron observados cuidadosamente, a fin de ver cómo este entusiasta de la cultura francesa lograba acercar aún más a las dos grandes civilizaciones de Oriente y Occidente.

De Stendhal a Víctor Hugo

En la década de 1960, Xi Jinping fue enviado a la aldea de Liangjiahe, en la provincia de Shaanxi, como “joven educado” para aprender de los campesinos. En medio de las dificultades del campo, la lectura le proporcionó un consuelo espiritual. De este modo, devoró todas las grandes obras que encontró, entre ellas, Rojo y negro.

“Rojo y negro de Stendhal es un libro que ha tenido una gran influencia; pero en cuanto a la descripción del mundo humano, se deben destacar las obras de Honoré de Balzac y Guy de Maupassant, como La comedia humana”, dijo una vez. Las obras clásicas de diversos escritores franceses han sido una importante fuente de inspiración para Xi, por lo que a menudo ha citado frases de ellas en sus discursos, incluidas citas célebres de Víctor Hugo. En la histórica Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 celebrada en París, Xi citó la obra Los miserables de Víctor Hugo. “Los recursos supremos surgen de resoluciones extremas”, dijo el mandatario chino, con el fin de llamar a las partes a llegar a un acuerdo.

Xi también aprecia mucho el arte francés. En especial, le gustan las obras de compositores franceses como Georges Bizet y Claude Debussy, y ha visitado el majestuoso Arco de Triunfo y el magnífico Palacio de Versalles. Además, destacó el valor de la catedral de Notre Dame en París como un importante símbolo de la civilización francesa y un tesoro excepcional de la civilización humana.

Amigos íntimos o zhiyin

El aprecio de Xi Jinping por la cultura francesa explica por qué la cultura ha cobrado en los últimos años cada vez más protagonismo en los intercambios entre ambos países.

En 2019, en la ciudad de Niza, Macron recibió a Xi en la Villa Kerylos, una casa centenaria con vistas al Mediterráneo y considerada un microcosmos de la civilización europea. Allí, Macron le regaló a Xi un libro antiguo: un precioso ejemplar de la edición original en francés de Introducción a las Analectas de Confucio. Con cubierta de becerro jaspeado de color pardo, lomo con viñetas doradas y bordes rojizos, esta obra confuciana fue publicada en 1688.

Xi sostuvo el libro con cuidado, lo abrió, lo hojeó y se detuvo en una línea dirigida a los lectores que decía: “El libro sirve de clave o introducción a la lectura de Confucio”. “Las ideas de Confucio inspiraron a los pensadores franceses Montesquieu y Voltaire”, le explicó Macron a Xi. “Es un regalo precioso”, dijo Xi. Más tarde, la obra fue sumada al repertorio de la Biblioteca Nacional de China.

Durante el siglo XVII, Europa fue testigo de la aparición de una tendencia conocida como “Chinería”, la cual se extendió por todo el continente en el siglo XVIII, impulsada por el aumento del comercio con China. Al mismo tiempo, los sinólogos franceses se adentraron en el estudio del confucianismo, la base filosófica de la cultura tradicional china, difundiendo sus ideas por toda Europa.

Muchos observadores han tomado nota de estos intercambios culturales. Gu Hongming, un conocido erudito chino moderno, escribió en su famosa obra El espíritu del pueblo chino: “Solo los franceses parecen comprender mejor al pueblo chino y a la civilización china, ya que tienen en grado preeminente una cualidad mental que, por encima de todas las cosas, es necesario para comprender al verdadero pueblo chino y la civilización china”.

Para Xi, China y Francia son como zhiyin (知音), o amigos íntimos, que logran comprenderse en profundidad gracias a su abundante riqueza cultural. Durante la estancia de Macron en Guangzhou, una metrópoli del sur de China, en abril del año pasado, los dos jefes de Estado conversaron y tomaron té en el Hotel Jardín de los Pinos. Mientras los dos líderes paseaban por el jardín, se podían escuchar en el fondo los encantadores acordes del guqin, un antiguo instrumento chino.

Intrigado, Macron preguntó por el nombre de la pieza. Xi le dijo que se trataba de La alta montaña y el agua que corre, contándole la historia detrás de la composición, que habla sobre Yu Boya y Zhong Ziqi, quienes son zhiyin. “Solo los zhiyin pueden entender esta música”, le dijo Xi a Macron, quien pidió que le regalaran una copia de la partitura.

Dos independientes

“Hay un horizonte más amplio que el mar, y es el cielo; hay un horizonte más amplio que el cielo, y es el alma humana”, dijo Xi al citar a Víctor Hugo en un discurso ante la sede de la Unesco, en París, en 2014. “Necesitamos una mente más amplia que el cielo al acercarnos a las distintas civilizaciones”, señaló.

“Recuerdo vivamente las palabras de Xi cuando dijo que hoy (donde) vivimos, representamos culturas, religiones, etnias y sistemas sociales diferentes, pero formamos parte de una comunidad de destino de la humanidad”, declaró Irina Bokova, la entonces directora general de la Unesco.

“Diez años después, ninguna de las palabras pronunciadas por Xi ha envejecido, sino que se han hecho aún más relevantes por los problemas a los que nos enfrentamos hoy en día”, indicó.

Hace 60 años, el 27 de enero de 1964, China y Francia establecieron formalmente relaciones diplomáticas, lo que rompió el gélido aislamiento originado a raíz de la Guerra Fría y catalizó la transformación de la arena global hacia un orden mundial multipolar. En un artículo de opinión publicado al día siguiente, el diario francés Le Monde calificó ese momento histórico como “el encuentro de dos independientes”.

En palabras de Xi, el presidente Mao Zedong y el general Charles de Gaulle, con extraordinaria sabiduría y valentía, abrieron la puerta a los intercambios y a la cooperación entre China y Occidente, aportando esperanza al mundo en medio de la Guerra Fría.

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