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La leyenda de la armónica

Source:China Hoy Author:Zhang Ling’er
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En el curso inferior del río Heilong había una aldea de la etnia hezhe llamada Huotong. Como estaba acostada al pie de la montaña y a las orillas del río, tenía pintorescos paisajes. Los aldeanos vivían de la pesca y la caza. Salían a trabajar en la madrugada y no regresaban a casa sino hasta la caída del sol.

 

Un año, la aldea fue atacada por una grave epidemia y sus pobladores fueron cayendo enfermos uno tras otro. Como no encontraron un medicamento apropiado, los enfermos morían sucesivamente.

 

Un anciano llegó a visitar a sus parientes y descubrió que toda la aldea estaba en silencio. Todos sus familiares habían muerto. Recorrió el lugar y solo encontró a una niña que lloraba de hambre. Entonces, la llevó de vuelta a casa.

 

Uno y otro año transcurrieron y la niña creció. Un día, le preguntó perplejamente al anciano: “Abuelo, todos los niños tienen papá y mamá. ¿Dónde están los míos?”.

 

El viejo le contó cómo había sido su niñez y la muchacha se puso a llorar con mucha tristeza.

 

Para consolar a la joven, el anciano hizo una armónica en forma de arpón, la cual producía una música melodiosa una vez ella colocase su boca y soplara. A la joven le gustó mucho y la tocaba todos los días. La música se lograba oír hasta la cumbre de la montaña, donde el Dios del Oso la escuchó. Fascinado por la melodía, decidió robar la armónica.

 

La muchacha se puso muy triste cuando no pudo encontrar su armónica. El anciano le dijo: “Niña, no te pongas así. La armónica se volverá un tesoro ahora que el Dios del Oso la ha robado. He escuchado que el Dios del Oso vive en aquella montaña más alta. Si logramos traer de vuelta ese tesoro, los muertos podrán volver a la vida”. Al saber eso, la muchacha se despidió del viejo y emprendió su viaje al día siguiente.

 

Tras innumerables penalidades, la joven consiguió trepar hasta lo más alto de la montaña y encontró la cueva del Dios del Oso. Vio que los Dioses de la Montaña, del Oso y del Tigre bebían y bailaban, mientras que el Dios del Árbol los acompañaba tocando la armónica.

 

Bailaban, cantaban y bebían. No tardaron mucho en emborracharse y se quedaron dormidos sobre la mesa, tendidos boca abajo.

 

La muchacha se acercó con cuidado, cogió la armónica y corrió hacia la entrada de la cueva. De imprevisto fue descubierta por el Anciano Piedra, quien estaba de guardián. Le dijo: “Niña, ¡deja esa armónica! Quien roba algo de la cueva de los tesoros se volverá roca en tres días”.

 

La joven se arrodilló ante el Anciano Piedra y le dijo: “Abuelo Piedra, agradezco su advertencia. Pero con tal de resucitar a mis padres y a mis paisanos que murieron por la epidemia, no me importa convertirme en piedra”.

 

Conmovido por las palabras de la muchacha, el Anciano Piedra le respondió: “Entonces, ¡sube a mi ganso de piedra y huye rápido!”. Después de darle las gracias al anciano, la muchacha montó el ganso de piedra.

 

Lo extraño fue que el ganso se volvió un ser vivo apenas la joven se sentó sobre su lomo. El ganso la llevó volando y en un abrir y cerrar de ojos llegaron a la aldea donde había nacido la joven.

 

La muchacha tocó la armónica y todos los muertos de la aldea volvieron a la vida. Entre ellos estaban también su mamá y papá.

 

Todos los aldeanos cantaban y bailaban alegremente, y así pasaron pronto tres días muy animados. Aunque la muchacha no quería irse, se despidió de sus padres diciendo que iba a traer a su abuelo para que así vivieran todos juntos.

 

La muchacha recogió a su abuelo y ambos montaron el ganso de piedra para volar hasta un lugar no muy lejos de la aldea. Amaneció pronto, la joven bajó presurosa del ganso y dijo: “Abuelo, la armónica puede traer felicidad a nuestra etnia hezhe, hágame el favor de conservarla bien”.

 

“Niña, no te preocupes. Voy a guardarla bien para que nos traiga alegría y felicidad de generación en generación”.

 

Al decir eso, el abuelo secó sus lágrimas con la manga. Cuando levantó la cabeza, vio que la muchacha empezaba a endurecerse, primero el cuello y luego el cuerpo, hasta que se convirtió en una estatua de piedra. Y la estatua tenía una sonrisa en la cara.

 

Desde entonces, la armónica ha sido heredada entre los hezhe. Cuando la gente toca el instrumento, recuerda siempre a aquella joven valiente y bondadosa.
 

 

*Este cuento pertenece a la serie Libros Ilustrados de Historias Chinas, dirigida a los niños hispanohablantes. Los interesados en adquirirla pueden comunicarse con la editorial Blossom Press (Tel.: 0086-10-68996050, 68996618. Fax.: 0086-10-88415258. E-mail: minmin9305@163.com).
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Editor: Wu Wen Da-->

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